Fotografía de Man Ray

Fotografía de Man Ray
Espejos. Patios. Umbrales. Silencios. Ritos. Esquinas. Exilios. Naufragios. Horas. Otoños. Ventanas. Sombras. Enigmas. Pretéritos. Hay palabras que me enuncian. A veces las pronuncio en versos. En susurros o a los gritos. Para que no se mueran en mi boca. (Fotografía de Man Ray)

martes, 1 de julio de 2008

DENSOS NAUFRAGIOS Y OTROS EXTRAVÍOS

Fotografía de Toni Frissel

MUELLE DEL PUERTO

Mira, nuestra ensenada ahora está desierta.
Ya no estamos. Estoy. Mitad insuficiente.
Esta tarde no vemos en el iris del otro
los destellos del sol que la marea verde
hurtaba al horizonte y, en gesto de limosna,
esparcía en las piedras cenicientas del muelle.

Al reborde del dique asomábamos juntos,
escudriñando el agua por saber cuán solemnes
eran nuestras imágenes en el cristal manchado
del río que anidaba la forastera suerte.

Puerto de la aventura desde donde partían,
preñadas de futuro, de oro negro y fiebre,
las naves que cargaban nuestro hambre de mundo
y que en aliados sueños hacíamos que fuesen
-brazos de acero y plomo navegando el océano-
rumbo a las cuatro esquinas de los mares agrestes.

Todo era nuestro. Todo. Bienes y posesiones:
los puntos cardinales del este al occidente,
el espejo del mar, la infinitud del cielo,
del universo el diámetro y de la tierra el eje.

Mira, nuestra ensenada ahora está desierta.
Sólo se escuchan pasos, los míos, en el muelle.
Ya surgen las estrellas, una a una se exhiben,
nadando en el azul, alegres como peces.

Contemplo rompeolas hechos con mis pedazos
que avanzan hacia ti y en tu ausencia se pierden.
El silencio bucea en la oquedad del grito.
En soledad desnuda miro al entorno; adrede
callejeo las piedras pisando sueños náufragos
con estas suelas rotas que me dejó tu muerte.


Amedeo Modigliani

VIRTUANDO ESTIGMAS

Hay algo de siniestro en esta noche,
una amenaza densa, un ultimátum.

Mi pecho es un suburbio
lleno de calles torvas
y esquinas donde el viento esgrime espadas.

Pegada a las paredes busco umbrales
por clausurar vocablos.
Los fonemas del odio
me decepan los dedos,
latiguean mi piel las bofetadas.

De pronto se hace urgente que amanezca.
La boca necesita voz de alondra.

Mis ojos horadados
tienen miedo a perderse
en la ruta de vuelta hacia mi casa.

Amedeo Modigliani

RITUAL DE OLVIDO

Ritual de olvido oficio, reverente,
en la solemnidad del pensamiento,
sin chispa de piedad, sin sentimiento,
te sacrifico, audaz y consecuente.

Te mato día a día, lentamente,
en un ceremonial sagrado, incruento,
amortajando en sábanas de viento
tu recuerdo nostálgico y doliente.

De la mano del tiempo oculto, umbrío,
inexorable y fiel gira la noria
de un proceso letal sin extravío:

la puñalada a secas, golpe frío,
la palada de tierra en la memoria,
y te mueres. Te mueres. Y me río.

Amedeo Modigliani


HEME AQUÍ DESPOJADA

Heme aquí despojada.
Vengo de la espesura de la selva,
enredada en las lianas del espanto;
traigo esperanzas rotas
por sucesivas fieras
y en el bies de mis labios
pretéritas manzanas
ya sin veneno.

Aquí me tienes sierva. Aquí te sabes dueño.
Hallarás en mi piel centímetros que aún
son vírgenes de estigmas,
pedazos donde quepa todavía
la marca de tus dientes,
espacios a medida de las úlceras
que rasgarán tus garras
en mi afecto desnudo.

Amedeo Modigliani

ESTE NOVIEMBRE

Este noviembre arrastra en su memoria
ese amor sin después y sin sentido
que se suicida sin haber vivido
y no tiene futuro ni prehistoria.

Como el destino dócil de la noria
cumpliendo inapelable cometido
fue girando el amor hacia el olvido
sin rastro de amargura ni de gloria.

Podría ser amor capaz de hoguera,
de encender los luceros e, inclusive,
de hacer reverdecer la primavera.

Sin embargo, se amustia sin desvelo,
ni acaba de morir ni sobrevive
y noviembre le arrastra por el suelo.

Amedeo Modigliani

LLUVIA

Esta tarde la lluvia se suicida,
se tira a la vidriera en repetidos golpes.
Hay sonido de gotas gimiendo en los cristales
y un murmullo de duelo que te nombra y te nombra.
El fin del día estrecha mi alma y mi ventana.

Callada como un muerto, triste como un invierno,
miro las sombras sucias del polvo de memorias
que se acomodan tristes en esas viejas sillas
como si regresaran de una tierra lejana
para quedarse de por siempre.

Sin los acostumbrados arreboles
las sombras residiendo en mi crepúsculo
se instalan entre el piso y el cielo raso
mientras la lluvia se suicida en los cristales,
martillando tu nombre, despiadada.

Amedeo Modigliani

HABITO LÁPIDAS

Mis armarios, mis tumbas, mis suburbios,
ciudad de piedra y cal y enredaderas
donde la noche aúlla en los tejados.

Del musgo antiguo al que habitué mis sienes
la soledad rescata un son de lluvia
a los golpes letales del silencio.

Al margen de tu nombre me reclino,
los párpados mojados de pensarte,
la piel picoteada por un buitre.

Si se habla de morar habito lápidas.

MUJER EN EL ESPEJO














Fotografía de Beatriz Morán
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HELECHOS EN LOS TIEMPOS

Intento en esta noche concebir
un poema que flote.

En vano busco
algo impalpable o por lo menos líquido,
que aletee o se escurra entre los dedos.

Soy tan hecha de piernas y de brazos,
tantas pestañas, tanta idea fija,
y, además, los espejos asonantan
con aroma de flor de limonero.

¿Cómo construir con la palabra etérea
-aunque usualmente insana-
un verso que no incluya
tus dedos, mis cabellos, nuestros cuerpos?

Soy helechos en los tiempos.


DIGAMOS

Digamos que me harté de ir por la acera
a tientas, tropezando en las aristas
de cada piedra infame, cada vera
de todas las ingentes autopistas,
que llevan de la carne a la quimera.
Desisto aquí y ahora de imprevistas
excursiones del ego a donde fuere.
Me siento en el columpio en un baldío
por ver cómo se muere
quien se muere de hastío.

Digamos que se llama indiferencia
el alba que no nace si te nombro,
esa súbita idea de tu ausencia,
mezcla de lucidez, y paz, y asombro.
Acaso se asemeja a la inocencia
ese jazmín brotando en el escombro.
No sé qué nombre darle o que apellido.
Ni eso importa ahora.
Tal vez se llame olvido.


















Pablo Picasso


ÁNGELUS

Son las seis de la tarde.
Una mudez de lápida
se tumba con fragor sobre mis versos
mientras a flor de piel, lumbre y almizcle,
se inauguran pecados
anticipadamente redimidos.

Del claustro de mi boca
huyeron los fonemas que me pertenecían:
quedé sin los rosarios
que acostumbraba asir para rezarme.

Abrazada a mis ecos primordiales
quiero decir la música
del primer llanto de un recién nacido,
el trueno que alucine
el habla de los pájaros,
y un gemido de amante
que sature la voz enorme del silencio.

A las seis de la tarde
en el umbral de todas las mordazas
sólo resuena un Ángelus cantado por demonios.


ME HACE FALTA UN DEMONIO

Me hace falta un demonio
a quien echar las culpas
por las paredes sucias de pretextos.

Al menos un demonio
que se acomode en mi desván mental
por expulsar del verso la metáfora,
dar un tono travieso a la ternura
y un son de sacrilegio a las pasiones.

Un demonio servil
para pintar de rojo los exangües labios
de las múltiples caras que suele presentarnos la verdad;
y que barra del suelo las esquirlas
en que piso descalza
mientras discurro el caos de las horas.






















Pablo Picasso


DIGO ME DUELE

Digo me duele del dolor y digo
que persigo los sueños que persigo
con el verbo, la voz y la balada
al filo de la espada.

Y sueño a veces, renegando el sueño,
que es leño de nogal y como leño
tanto sirve de cruz como desgarra
un alma de guitarra.

En paz me quiero y que descanse en paz
la faz callada lejos de tu faz.
En solemne liturgia reverencio
el grito del silencio.






















Pablo Picasso


EXPULSO LA METÁFORA

Expulso la metáfora y sus ritos
y llamaré las cosas por sus nombres;
proscritos la poética y los mitos,
hablaré el lenguaje de los hombres.

Lo que corre en mis venas no es un río:
se dice sangre. El cuerpo a nada imita.
La mente no es naufragio ni navío.
Músculo el corazón, bate y palpita.

No hay la mano del hado en la cumplida
secuencia de accidentes de la suerte:
a esto que me duele llamo vida.
Algún día su nombre será muerte.

Sólo una alegoría aún consagro:
yo digo, del amor, que es un milagro.





















Pablo Picasso


ESTE DOMINGO

Este domingo sabe a muerte antigua.
La tarde se ha perdido en un atajo,
en la oquedad una memoria ambigua
vacila en ademanes de espantajo.

La voz del viento suena a perro herido
y duele como zarpas en la escara,
me apuñala en el pecho algún gemido
¡si al menos ese viento se callara!

Este domingo huele a brujería.
En mi desván mental mora un demonio
con síndrome servil de idolatría,
que se alimenta de oración y amonio.

Voy de puntillas recorriendo azares
masticando pedazos de venganza,
mientras tanto esta sed que pide mares
se ahoga en unos tragos de esperanza.


AL PIE DEL CALENDARIO

Miro hacia atrás y veo ese largo trayecto
que he recorrido a tientas y pienso que no es justo
que haya sido tan larga la suma de mis pasos
y tan espeso el polvo de las encrucijadas.

De mi mochila rota gotearon las horas
y se volvió ligera mi carga de utopías,
perdidas las certezas, extraviados los credos,
giro el rostro y contemplo mis inútiles huellas.

Me observan los que cruzan conmigo en esta ruta,
sorprendidos del mísero cariz de mis andrajos;
en mis cabellos traigo serpientes enlazadas
y garras de alimaña rematando los dedos.

Nadie busca mis ojos donde los miedos moran
ni se acerca a mi hombro que no ofrece refugio;
saben que no me resta sino el leño que arrastro
y el puñal escondido en el bies de mis senos.

Se cierra aquí el camino por donde acaba el viaje.
Me siento en esta piedra al pie del calendario,
el alma a ras del suelo, aguardando la cita
que he convenido un día, con un viejo demonio.






















Pablo Picasso


PECHO ADENTRO

A veces amanezco y en mí todo es mortaja.
Me asomo al ventanal de los relojes,
de bruces sobre el tiempo,
la lucha cotidiana comiéndose mis bordes,
la sangre clausurada, sin resollar esquirlas.

Por mis venas navegan piratas penitentes.

Con las manos mojadas de pensarme
imito la quietud de los espantapájaros,
y en memoria de un voto de existencia
contrabandeo sístoles en viajes pecho adentro.
























Pablo Picasso


ANDÉN

Hay que medir los suspiros.
Hay que prever los lamentos.
Al fin y al cabo la vida
es un andén de andariegos
donde aguardamos milagros
que llegan fuera de tiempo.

Mientras espera el horario
del amor con sus misterios
una lustra los carriles
con retazos de argumentos
por dar brillo a la esperanza
que viaja en vagón abierto.

Pero el tren de los milagros
puede cambiar de trayecto
y cuando menos espera
una se encuentra tejiendo
raíles de telaraña
y el andén sigue desierto.






















Pablo Picasso


ESTOY AQUÍ

Estoy aquí. La mano destrabada,
los ojos desvestidos de pudores,
en la garganta voz de ruiseñores
y en el ojal del pecho una enramada.

Mis brazos tienen forma de ensenada,
los puertos en mi piel acogedores
de la nao crucial de los amores
y naufragados pecios en la riada.

Estoy aquí con todo lo que importe,
las venas disponibles para el corte
de los cuchillos que el amor agita.

Traigo la boca en modo de respuesta,
en la mirada una canción de gesta.
Estoy. Como quien muere y resucita.






















Pablo Picasso


YO ME CONTENTO CON POCO

Yo me contento con poco:
que la noche sea densa
que sea densa la noche
con aroma a madreselva;
que antes de la mañana
por poco que sea llueva
que llueva aunque sea poco
para que la luna beba
el agua que resplandece
en los huecos de la acera
y la acera con sus huecos
se vuelva un palco de estrellas;
que el día despierte fresco
vistiendo una ropa nueva
la nueva ropa vestida
por la mañana que llega;
que un viento de remolino
en tu camisa se meta
y metida en tu camisa
sea yo la que te besa.
yo me contento con poco:
que el día deje una estela
y que en la estela del día
la noche, obediente, vuelva.






















Pablo Picasso

APRENDÍ EL SILENCIO A SOLAS

Alborozados, me llevaron de la mano
para aprender palabras.
La tinta negra rociando el pronombre,
en la yerma planicie de la página
como un desierto íntimo y secreto
donde yo, siendo nube, llovería.

Todas las voces me dijeron: habla.
Ése es un río. Esto es un puente.
Aquello, más allá, el otro margen.
A la puesta del sol se llama ocaso.
Las cosas dichas de otro modo
son metáforas.

Nadie jamás me ha dicho que callase.
El verbo -se supone-
es una apoteosis del encuentro.
Por tanto, en la infinita y transversal
ruta de desencuentros del vocablo
a solas aprendí
el arte del silencio.























Pablo Picasso


HORIZONTES

Espérame en el muelle de un puerto milenario
pues traigo en el regazo dos siglos de sofismas
que recorrí a tientas, remando un ideario
con palas de aforismas.

Cargada de horizontes se volvió mi fortuna
y algún designio injusto trastocó mis empeños
sin embargo estaré, a la hora oportuna,
donde nacen los sueños.

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DESGRACIAS DULCES Y DEMÁS MELANCOLÍAS

EL DUENDE

El umbral fue testigo
de su partida mansa y sin quejumbres.
Se fue porque, agotadas las quimeras,
ya no sobraba mano
que socorriese el verbo escurridizo.

Persistió la leyenda de su nombre.

Y se quedó su duende,
colgado del dintel de las palabras
esperando la espalda de un poeta
íntimo de arrabales y horizontes
para montarse
en el lomo de versos no nacidos.


FLECHA

¿Dónde estará el azul de las glicinas
que descansaba en los racimos mansos
cuando la sombra de tus ojos negros
ensombrecía el césped
y revoloteaba en el crepúsculo?

¿Dónde el umbral de todos los espejos
que esperaban de ti un paso en frente
aquél que resbalase en la tersura
de cada piedra exangüe
que el silencio plantaba en tu trayecto?

En essa guerra que en tu pecho habita
¿dónde clavó la flecha el enemigo?


ORILLAS

Pasas sobre las piedras, resbalando,
pasan tus aguas mas no huye el río,
por eso, enamorada, me atavío
para escucharte en mis juncales cuando
tu peregrina voz viaja, cantando.
Orilla de tu son, rociada, inerte,
vuelvo más hondo el cauce de quererte,
finjo que aún estás, que todavía
inundas con salvaje melodía
mi margen que no pudo retenerte.


TROPISMOS

Tanto crepúsculo entristece el alma.
Ocaso en que te busco y no respondes.
El destello se apaga si te nombro.
La noche avanza, lenta, sobre el mundo.

Último sol, oblicuo, en el espejo,
vestigios de tu sombra en las paredes,
huellas de tus pisadas en la alfombra,
la estela de tu nombre en mis ternuras.

No ser sino el instante en que me amabas.
Memorias sin la tregua del desuso.
Un asombro que hilvana las verdades,
y este quererte aún no rescatado.

Credo que tu recuerdo en mí destruye
y ni siquiera sé si resucita.
Condena de mirar propias manos:
ésas, que no lograron retenerte.

Una puede enfermarse de tristeza.
Una puede morirse de crepúsculo.


DESGRACIAS DULCES

Por las noches visitas mis pudores,
atrapando el revés del pensamiento.
El alba nos sorprende y te disipas
colgado de una noche sin espejos.
Despierta, busco el sitio en que me dueles
y encuentro ese cuchillo aquí en mi pecho.

Arrastro por el páramo de horas
el rostro cotidiano que baldeo
con el agua salada de mis ojos
hacia la oscuridad en que te encuentro,
donde se esconden las desgracias dulces
y se anidan harapos de consuelo.


SAVIA

De tu voz a mis venas,
transitando proclamas,
la savia se desliza.
Como un antiguo e íntimo secreto
sostiene y alimenta
mi cuerpo y mis raíces
hundidas en la tierra de quererte.

Savia que nutre
los brazos de mi ofrenda:
follaje, fruto, flor, nido de ave.
Entre el cielo y la tierra
engalanadas ramas
inauguran abrazos.

Sangrada de tus versos
la savia de mis venas.


ÁNGEL

Eres un ángel que arrastró sus alas.
Eres un ángel que inventó un vuelo.
Y desde la inocencia hasta la calle,
desde la jaula al vil desaguadero,
como una alondra procuraste el árbol
y con ala de halcón rasgaste el cielo.
Te despeñaste, herido, por las rampas.
Lograste cada vez volar de nuevo.

Sin saber por qué clase de pecados
era supuesto haber remordimientos,
te desangraste en naipes y batallas
y renaciste urdido en barro y sueño.
Tu voz se escucha en todas las esquinas,
buscas un sol que esté pegado al suelo,
una nube que pises cuando amas,
una justicia que rescate el tiempo.

Eres un ángel que se mira y ve
en el cristal su fúlgido reflejo,
desde adentro de un hombre que rasgó
de abajo a arriba –y en canal- su pecho
y que estiró los bordes de la herida
porque pudieses verte en el espejo.
Y ves un ángel que arrastró sus alas.
Y ves un ángel que inventó un vuelo.


EL MINOTAURO

- ¿Lo creerás, Ariadna? - dijo Teseo. - El minotauro apenas se defendió.
(La casa de Astérion, Jorge Luis Borges)


Encadenado al yugo de tu mito,
no hay arena que escarbes con tus cascos
no hay la espada, ni el trapo, ni el estoque,
nadie te aplaude o clama por tu muerte.
Pulsan tu sangre y tu bravura estéril:
no hay faena ni gloria para el toro.

Sudor de bestia, sal de sangre y lágrimas
se mezclan en tu pecho y se deslizan
hacia tus ingles, mástil tenso, erecto,
tu humanidad, tu semen, tu destino.
En los oscuros cauces de las venas
no hay pasión ni ternura para el hombre.

Mas la voz de mis poros te reclama,
tu hocico husmea el aire y reconoce
el olor y el llamado de mis jugos.
Pasillos de misterios agridulces
donde se enredan sueños y lujuria
te invitan a embestir y a recorrerme.

Ven, ¡toro!
Mi nombre es Laberinto.


QUE TE AMO NO TE DIGO

Comparto viejas historias,
cuento al revés mis memorias
y los sueños que persigo;
no escondo mis vanidades
relato hondas verdades.
(Que te amo no te digo).

Quemo tu boca con besos
lamo carne, muerdo huesos,
me bebo agua en tu ombligo;
soy niña y bruja en tu cama,
por ti revuelco en la lama.
(Que te amo no te digo)

En el rastro de tus huellas
pinto un camino de estrellas
me subo al cielo contigo.
Y al infierno de quererte
me tiro y me juego en suerte.
(Que te amo no te digo)


TIEMPO DE CAZA

Déjame que te quiera
porque es tiempo de caza,
la diana de mi pecho
atravesada en el camino de tu canto
prepara ya la herida que teñirá de sangre
el alba de tus versos.

Déjame que te hable en esta aurora
en cuanto son posibles
el silencio y el grito,
pues no sabemos si será la última
y no sabemos cuándo
la cuerda tensa
del arco de la vida
disparará el dardo
enderezado a mi garganta.


ABRIL

Vendrás. Porque es Abril y porque es jueves.
Mi sol cautivo estrenará amnistías;
trazará en mi cuerpo celosías
tu tempranera luz con toques leves.

Por suavizar del tiempo los relieves
de contrabando traerás los días
que la espera colmó de alegorías
y de tu mano irán donde los lleves.

Con el ágil pincel de tu mirada,
diseñarás el valle y las colinas
y el río pintarás en tono añil.

Habrá una primavera en la enramada,
será jueves en todas mis esquinas
y dentro de tu abrazo seré Abril.


CALLES DE ALFAMA

Son calles de adoquines, son moriscas,
con farolas de ojos amarillos,
y geranios modestos asomados
a los balcones.

Son calles donde un día tus zapatos
sonaron en las piedras de la acera
y tu mirada ensombreció los muros
con su misterio.

Son calles que mis suelas peregrinan
mientras tu voz vuelve a rasgar mi pecho
cuando un fado que huyó de una guitarra
llora en Alfama.


POEMA DE AMOR

Hace algún tiempo, no recuerdo cuándo,
en el poniente se ahondaba el día;
no es que la tarde fuera declinando
sino que en nuestro amor atardecía.

No es que hubiese un crepúsculo jugando
a deshoras con nuestra fantasía,
sino que el sol de amar era muy blando
y nuestro amor ya no resplandecía.

Habrán sido los años, la costumbre,
la rutina apagando las centellas,
volviendo la pasión en certidumbre.

Nos cogimos la mano, sin reproche,
a la sombra amoldamos nuestras huellas
y, juntos, ingresamos en la noche.


A VECES LA DISTANCIA

A veces la distancia se mide en consecuencias:
instantes que se rompen, el tiempo hecho retazos,
centímetros de piel sin dobles coincidencias,
cuchillos de la ausencia tendidos como brazos.

A veces la distancia se viste de ocasiones:
asoma la esperanza con soslayar esquivo,
que se busca atrapar inventando intenciones
en el tiempo pretérito del modo subjuntivo.

A veces la nostalgia se extiende sin medidas
mientras los ojos ciegan, rechazan el espanto,
y en el alma se rasgan y ulceran las heridas.

Entonces engendramos con símbolos dispersos
poemas ahogados en ciénagas de llanto
y a veces la distancia también se mide en versos.


PARA SENTIRTE CERCA ATRAPO ESTRELLAS

Para sentirte cerca atrapo estrellas,
ordeno su fulgor y alineamiento,
les formo en bisectriz, trazo con ellas
la Cruz del Sur al norte de tu aliento.

Por acercarme a ti diseño huellas
en la arena sin playa que me invento,
me alumbro con fulgores que destellas,
oigo tu cántico en la voz del viento.

Es menester que el sol nazca en mi ojal
conforme al huso horario de tu aurora,
no sean nuestras noches desparejas,

porque un duende colgado del brocal
me avisa cuando estás aquí y ahora
y me despierta siempre que te alejas.


LETRAS DESNUDAS

Lamiendo líneas, masticando letras,
buscando desnudarte entre parágrafos,
con avidez despojo de señales
tu cuerpo en esa página acostado.
Leo tus ojos en renglones, signos,
y en cerrados paréntesis tus manos.
Ilusionada acecho entre las comas
la fuerza y la ternura de tus brazos.

Te busco entre vocablos, impaciente,
tragando ideas, desbordando espacios,
Quiero hallarte tangible entre los verbos,
y te encuentro en ausencias redactado.
Palabra tras palabra, frase a frase,
voy por tu piel escrita, palmo a palmo,
lamiendo líneas, masticando letras
y bebiendo la savia de tus labios.


EL NOGAL

Estará siempre ahí. Nogal de vida,
con la savia sangrienta de sus venas.

Será otoño y caerán sus hojas,
se esparcirán sus frutos por la tierra;
en el invierno sostendrá el cielo
con sus brazos desnudos como almenas;
su tronco que los años han grietado
en júbilo asirá la primavera
y se embellecerán sus ramas fuertes
para albergar alondras y arañeras;
en el verano acostará su sombra,
ofreciendo su flor a las abejas,
y engalanando el patio de mi casa
con el verde insensato de su fiesta.

Sereno y fiel como un viejo pecado
estará siempre ahí. Cuando la pena
llegue como acostumbra, de puntillas,
y se asome al umbral de mis condenas,
siempre podré abrazarlo y, sigilosa,
decir tu nombre, así como quien reza,
como quien se confiesa y se arrepiente,
con mis labios pegados a sus grietas.

LÁPIDAS


Fotografía de R. Jaurégui

CARTA

Haz de cuenta que llego y te saludo con una grácil venia, requiebro de la pluma.
Antes que nada cumple decir que echo de menos los viejos tiempos idos cuando nos encontrábamos por contabilizar los despojos del día, hablar de aquellas cosas, tan nuestras desde siempre, que a veces ni siquiera había que nombrarlas.
Acá están todos bien. Mis aguas en sus cauces. El mundo en inquietudes. A mí nada me importa. Sigo leyendo todo. Escribo algunas veces, cuando la voz se escapa por mis dedos.
Sin más noticias beso la idea de tu boca. Y que lo sepas aunque sé que no sabes nada: hoy me duele tu muerte de una manera infame.


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MONÓLOGO DEL MUERTO

Esta mañana amanecí pretérito,
sin manos con que asir la vida diaria,
sin pies que me conduzcan hacia el mundo
ni párpados que abran las auroras.

No hay voz con que ordenar cosmogonías.

Amanecí caótico y silente,
sin el deber de consagrar absurdos.

En la noria del tiempo hay telarañas.
La muerte es un reloj sin minuteros.

Hay un espacio exiguo entre mis vértebras
donde un fantasma construyó un castillo.

No va la sangre propalando urgencias.
No hay la memoria de haber sido amado.

Esta mañana amanecí sin alma.


SOLO, EXILIADO DEL MUNDO

Solo. Del otro lado de todos los umbrales.
Lejos de tus orillas. Exiliado del mundo.

¡Qué oscuro y qué silente el rincón donde duermes!

Es de cedro tu cama, de tierra tu dosel,
las flores que te ornaron se deshojan, marchitas,
mientras la lluvia encharca el andén de tu lápida.

Entre polvo y ceniza la faz de tu memoria
habita ojos ciegos detrás de inermes párpados.

No resuenan tus pasos por las sendas del huerto,
ya no será tu arado necesario a la siembra
ni verás las espigas del verano pletórico.

¡Qué inútil transcendencia te devolvió la muerte!


CUANDO LOS VERSOS MUERAN EN TU BOCA

Ay, si mueres, amor, si te me mueres
con qué medida mediré el vacío
de los espacios que estarán desiertos
en las desiertas palmas de mis manos.

En el moroso duelo de las horas
con qué tijeras cortaré los hilos
que enhebran nuestro ayer a mi mañana
si las mañanas nacen en tus ojos.

Cuando el sollozo enferme de agonía
con qué cadencia buscaré el sonido
para el poema que quedó callado
en las calladas lápidas del tiempo.

Ay, si mueres, amor, si te me mueres,
inventaré un milagro artero y brujo
para escuchar las voces de los versos
cuando los versos mueran en tu boca.


LA NEGRA

Me acompaña la muerte, comedida,
desde siempre a mi lado y hacia el fundo,
es testigo del hado vagabundo
y de mi biografía malsufrida.

Contempla mis amores con la vida,
mi coito masoquista con el mundo,
la demente manía en que me inundo
del afán de vivir, descorregida.

No es celosa la Negra, aguarda inerme
para asirme en la lápida musgosa
cuando la vida deje de quererme.

Espera que transite en sus acequias
el tiempo, por que pueda, jubilosa,
celebrar con el diablo mis exequias.


UN BALCÓN EN LISBOA

Al filo del ocaso Lisboa se desliza
hacia el azul del río y se detiene, anclada,
aguardando el espectro de la nave embrujada
que emerja del poniente envuelta en luz cobriza.

También yo, en mi balcón, entre asombros espero.
Lisboa canta. El fado solloza en sus colinas
mientras el viento artero recorre las esquinas,
mezclando olor de río con clavel y romero.

Tal como mi mirada pendiente del anclaje
Lisboa espera en vano: desamparado puerto.
El mar es la morada de un marinero muerto,
Manuel ya no regresa de su encantado viaje.

Manuel navega libre; su nave de espejismo
vaguea en el inmenso rondel de las estrellas,
la proa de su barca despidiendo centellas,
sin rumbo el timonel, ausente de sí mismo.

¿Será suave la racha que baila en la ensenada?
(Lisboa y yo tememos el son del viento norte)
¿Están sus largas manos buscando mi soporte,
sus brazos marineros nadando hacia mi rada?

El Tajo se desliza buscando en desavío
a un hombre amortajado en alga enredadera.
Al filo del ocaso una mujer espera
desde un balcón donde se avista el río.


NO SÉ QUIÉN LLORA

Toco tu nombre
hecho de letra ausente y mal presagio.

No sé quién llora dentro del silencio.

El vaho de tu aliento en el cristal
inaugura neblinas.
Limpio tu rostro
con dedos sucios del veneno de mis labios.

Toco tu boca
donde nudos gordianos se desatan.

No sé quién llora dentro del espejo.

Pozo de pesadillas mal soñadas,
cementerio de tumbas entreabiertas
donde se albergan párrafos perdidos
y versos inconclusos.

Toco tu cuerpo que resuella por la herida.

Dime quien llora dentro de tu lápida.


JIRONES

Llegué a la vida demasiado tarde.
Kerouack se fue,
Ginsberg se fue,
no hay nadie que nos lleve de la mano
en el camino al borde del sistema.

Terminó la post guerra
en la terraza de Au Deux Magots;
ya todos decidieron
que no les gusta Sartre;
yacen encarceladas
las tiernas odaliscas de Matisse;
Camus tan fallecido
habita con los dioses el verano en Tipasa.

Por no hablar de los muertos
irremediables
de la generación del veinte y siete.

Quedamos solos,
Tito Muñoz y yo,
bogando en los jirones de Febrero.


PATIO ANDALUZ
















Foto: Galería Redi


DE REPENTE LA LUNA

De repente la luna
así como una ráfaga de luz
entró por mi ventana, hizo una cruz
en la planicie de mi piel moruna.

Un verde de aceituna
en tus ojos brilló. En contraluz
tu boca era el azar de un andaluz
buscando en mis caderas la fortuna.

Navegabas las sábanas luneras
a la proa de un barco en desavío
sin rumbo ni fronteras.

Yo era agua y sal de marear
en la estela de luz de tu navío.
Y me dejaba amar.


PATIO ANDALUZ

Dame el aroma obsceno de azahar
que traes escondido entre las manos,
el gemido del viento en el rosal
y ese Guadalquivir de tu pasado.

Dame una noche de balcón florido,
con cantigas naciendo de tu boca,
un aire denso con perfume y brillo
de un jazmín enredado en luna mora.

Dame solemnidad de gran mezquita,
sosiego de jardín, paz de palacio,
calles de piedra de la judería,
y tu mirada de andaluz y bardo.

Dame misterio y magia, un son de fuente,
el embrujo sombrío de un follaje,
que mi alma tiene cita con tu duende
en un patio andaluz alguna tarde.


























Amedeo Modigliani


TRAJE DE LUCES

Exhibe traje de luces
tu reflejo en mi mirada
mientras tu afán me desnuda.
Moreno, coge mi enagua,
es de fibra color rojo
sirve de muleta y capa.

Son las cinco de la tarde
en punto en mis almohadas.

Ven a lidiar con bravura
este toro de mis ansias,
que el duende de los toreros
está montado en tu espalda.
Ya se escucha el paso doble
de mi sangre alborozada.

Son las cinco de la tarde
en el reloj de mis sábanas.

Atráeme en la verónica,
que me cimbreo en las largas,
al quiebro, al sesgo, de frente,
en cualquier suerte me matas:
acopla en pase de pecho
y, al encuentro, la estocada.

Son las cinco de la tarde
en las faenas del alma.


LOS CABALLOS DE LA NOCHE

Los caballos de la noche
galopan por las praderas,
al viento sus largas crines,
su pelo de seda negra.
Estrujan bajo sus patas
el césped y las violetas;
cascos de acero y de luna
pateando las estrellas.

Los caballos de la noche
se adentran en la ribera
mordiendo el rostro del agua
donde se bañan las meigas.
Ya se escucha su tropel,
se acercan por las aceras,
su aliento dulce y salvaje
resuena ya en el alféizar.

Los caballos de la noche
con su gala de impudencia
destrozan el cielo raso,
galopan por la azotea,
cabalgan mis pensamientos,
haciendo gemir de pena
las sábanas de mi cama
donde se duerme tu ausencia.


CANTO

El sonido de tu llanto
aletea en mis oídos
y encuentra eco en mis cauces
por donde transita el río
de aguas torvas que arrastra
la pena que a nadie digo.

Mi canto responde al tuyo
con el leño de suspiros
que guardé hondo en mi pecho
clavado como un cuchillo
cuando llevó tus baladas
el viento en su remolino.






















Amedeo Modigliani


BRÚJULA

Mi nave descorregida
singla al sabor del destino
le hizo errar el camino
una estrella distraída.
El viento le tiende un lazo,
boga mi nave perdida.
La brújula enloquecida,
girando en mar de sargazo,
no encuentra el sur de tu abrazo.


AY, SI FUESES MARINERO

Ay, si fueses marinero
de los mares peregrino
te enredarían las algas
con que tejo mis vestidos.
En el coral de mis dientes
tu rada y puerto de abrigo,
en mis ojos tus naufragios,
en mis brazos tus abismos.

Ay, si fueses marinero
te llevaría conmigo
hacia un navío pirata
que naufragó hace siglos.
Me vestiría de oro,
un rubí en el ombligo,
y te amaría acostada
en un tesoro de olvidos.


MARINERA NO HE DE SER

Marinera no he de ser
sino un grácil barco a vela,
larga y estrecha carabela
para tu gusto y placer,
a tu mando y a tu querer.
Navégame en la espesura
del abismo, de la hondura.
Como algas en cimbreo
mis caderas balanceo
al compás de tu ternura.

Seré el barco, tú el barquero,
seguirás como a una estela
los pliegues de mi sayuela.
En tu afán de marinero
trazarás mi derrotero
con tu boca de besarme
con tus brazos de abrazarme
y tu entereza de plata.
En tu ojos de pirata
mi naufragio o mi ancladero.

















Amedeo Modigliani


MENTA Y PECADO

Me enamoré de tus ojos
donde una hoguera encendía
un fuego de chispas verdes
y un rubor de fantasía;

de tu olor de bravo pino,
de tus manos hechiceras,
tu voz de trueno indomado
remontando cordilleras.

Para ti escribí canciones
que robé a la voz del viento,
música en ola salvaje,
de la marea el aliento.

Por ti recorrí los bosques
trazando rutas de besos
donde el sol se disputaba
el rojo con los frambuesos.

Llegaste como la brisa
con el son de madrigales
en mis sentidos hambrientos
cantaron los manantiales.

Fue mi fiesta la llanura
de tu pecho soleado
y yo aprendí que el amor
sabe a miel, menta y pecado.

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BURLERÍAS



















Auguste Renoir


UN PATIO EN EL ALBAICÍN

Moreno de mi pecáo,
ven que yo tengo un jardín,
para tí yo he embrujáo
un patio en el Albaicín.

En el surtidor el agua
dice en murmullos te quiero
y lo repite mi enagua
mientras yo bailo y te espero.

En el jardín hay un muro
lleno de rosas morenas
si vienes, moro, te juro,
te abrazaré con cadenas.

Ay, que yo tengo un jardín
para sentarme a tu vera
en el patio de Albaicín
cuando sea Primavera.

Ven, moro, que te embeleso,
ven que te quiero cercano,
que he de robarte un beso
o más tarde o más temprano.

Tengo un secreto guardáo
mi moro de amor maltrecho
es que te llevo colgáo
del lado izquierdo del pecho.

Mi duende tiene una cita
con tu duende en el jardín
cuando brille, callaíta,
luna mora en Albaicín.


GITANO CUANDO TE MIRO

Gitano cuando te miro
yo veo en tus ojos moros
claveles rojos de sangre
ardiendo en tardes de toros.

Para qué tus ojos tristes
fijados en esa hoguera
si al sonido de tu nombre
bailan, bailan, mis caderas.

No ves que estoy en la chispa
de ese fuego te alumbrando
y mi voz es la quejumbre
de tu guitarra llorando

Gitano pide a tu madre
una cinta en seda pura
que juré llegar al cielo
aferrada a tu cintura.


Los signos

Me alimentan los signos
de su ofrenda de fuego
Alonso de Molina



De mis signos te alimentas
y en las aguas de mi cuerpo
en vendaval piel arriba
navegan tus pensamientos
guiados por brújulas rotas
hacia el caos de mi lecho.

Un conjuro de suspiros
con melodía de remos
te llama desde mi orilla
porque encuentres el trayecto
de tus brazos navegantes
hacia el bies de mis secretos.

Por atraer tu naufragio
a la margen de mi aliento
mis pies inventan señales,
que trazan a ras del suelo
el camino de tus manos
hacia el muelle de mis senos.

Mi cintura busca alas
por suavizar el cimbreo
cuando en rituales de embrujo
te danzo a la luz del fuego
mientras el viento te empuja
hacia el patio de mi cuerpo.

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EL ROMANCE DE LA MORISCA















Foto: Alhambra, en Granada


I - LA SAGA
Granada, 1502

Es la saga de Sahoud
noble jássa sarraceno
y de la ámma Marién
gentil morilla del pueblo.
Era el reino de Granada.
Eran los siglos añejos.

¡Ay, moro de mis encantos!
¡Ay, mora de mis desvelos!


En amores se enredaban,
pasión del alma y del cuerpo,
mientras, avara, la suerte
con los hilos de su enredo
su destino entretejía
por intrincados senderos.

Botas cristianas pisaron
de Allambra los arabescos.


Moros que seréis moriscos;
moriscos, sois extranjeros;
que no habrán en este reino
otra ley ni otro credo:
hay una España en la tierra
y sólo un Dios en el cielo.

-Mora, me hicieron morisca.
-Moro nací y me muero.


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II - EL CLAVEL














Mi boca que no te nombra
está sellada en secretos,
no puedo decir tu nombre
pues la luna está en acecho,
sus ojos de plata en ansias
por ver tu cuerpo, moreno.

Con un clavel en los dientes
mordiendo el tallo te muerdo.


Mi cuerpo que te reclama
en la noche hace su lecho
y te esperan mis embrujos
en los umbrales del tiempo,
ansiando el sol de tu piel
que sabe a menta y desierto.

Con un clavel en la oreja
te escucho en el son del viento.


Cuando la luna me vea
enlazarte en mis enredos
y ponerme de puntillas
para besarte en el cuello
¡Ay! ¡Que se ponga morada!
¡Ay! ¡Que se muera de celos!

Con un clavel en el vientre
te danzo a la luz del fuego.


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III - LA SOMBRA





















Mi sombra besa tu sombra
con boca de terciopelo
mientras esperan mis labios
la mordida de tu beso:
que deje un trago de sangre
en el caudal del deseo.

En los labios de tu sombra
están durmiendo mis rezos.


Mi sombra traza en tu espalda
el dibujo de un sendero
por que no pierdas la ruta
de tu mano hacia mi pecho:
te esperan mis impudicias
en las esquinas del viento.

En las manos de tu sombra
están durmiendo mis senos.


Mi sombra deja una estela
con su lengua de veneno
de tu garganta a tu vientre
que te trae hacia mi puerto:
en la mar de mi saliva
singla tu cuerpo, moreno.

En las olas de tu sombra
están durmiendo mis sueños.


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IV - EL CÁLIZ





















Me atavié con madreselvas
para esperarte, moreno,
y modelé mi cintura
al anillo de tus dedos.
Mientras tanto te soñaba
en las esquinas del beso.

Me traes goces guardados
en los gemidos del tiempo.


Rociada de inquietas prisas
mi boca se alza en vuelo,
lengua de ave embriagada
busca en voraz aleteo
adonde quepan mis labios
en los pliegues de tu cuerpo.

La noche, alfombra tendida,
donde se acuesta el silencio.


Tus manos son peregrinos
que recorren mis senderos;
con dientes de fiera hambrienta
muerdes mi carne y mis huesos,
y el manantial de tu savia
llena el cáliz de mi celo.

Con la escoba de la aurora
las nubes barren el cielo.


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V - LA PRAGMÁTICA


















Mora, me hicieron morisca,
hijastra de un dios ajeno,
y me dicen que es pecado
querer tanto como quiero
a quien sustenta el Creciente
con manos de sarraceno.

Zarandeo los olivos,
en tus brazos me estremezco.


Sólo tu cuerpo es sagrado
en el altar de mis rezos;
la plegaria de mi lengua
ardiendo en miel y veneno
te reza de arriba a abajo,
te quema como un infierno.

Cojo racimos de uvas,
y me embriago en tu recuerdo.


Los jazmines en el carmen
se mecen en un cimbreo
cuando tu potro de ansias
cabalga sobre mis yermos
y los gritos de mi sangre
hacen callar a los truenos.

El Genil nace en tu boca,
en tus caudales navego.


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VI - LOS HADOS


















A camino de la vega
llevaba mi desconsuelo;
me llegó el son de un canto
en la guitarra del viento.
Quien cantaba era un gitano
su soleá de lamentos.

En su cortina de ocasos
se desenredaba el cielo.


-Muestra, gitano de sangre,
el destino de mis miedos,
si en la palma de mi moro
y en las páginas del cielo
habrán escrito los hados
el camino del destierro.

La noche extendió su gasa
sobre el verde de los yermos.


-Dime que en nuestra fortuna
la noche vieja del tiempo
no apagará el resplandor
del Creciente sarraceno
y que el sol de Andalucía
resplandecerá de nuevo.

En las orillas del Darro
se escuchaban los silencios.


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VII - EL SUEÑO















De mi camisa de gasa
hizo su mantón el viento,
destapando mis caderas
desvelando mis secretos;
me despojó de vestidos
el olor del limonero.

Resbalaban como peces
tus ojos sobre mi cuerpo.


En el brocado sedoso
de las sábanas del sueño
aleteaban murmullos.
No me tocaban tus dedos
y aun así me estremecía
con el roce de tu aliento;

Se deslizaba en mi piel
el caudal de tu deseo.


La noche se desvelaba
en la fronda del almendro
por temor a que te fueras
cuando estuviese durmiendo.
Yo me soñaba desnuda
en el umbral de tu pecho.

Un milagro se escondía
en mi patio de silencios.


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VIII - UMBRALES















No traspases el umbral:
en este lado, el infierno,
donde te danzo descalza
sobre el ansia de los leños
en llamaradas que lamen
y abrasan cuando te pienso.

De tu mano hasta mi mano
la noche teje su lienzo.


No atravieses el cristal
porque sangrarán mis miedos
si tus manos hechiceras
destrozan mis amuletos;
rózame con tu mirada
desde el zaguán del destierro.

De tu boca hacia la mía
un pájaro alza el vuelo.


Modélame en el instante
en que en tus ojos me veo
porque transite tus patios
y me quede en tus adentros
como un ala de paloma
prendida en el bies del tiempo

Entre tu río y mis cauces,
dos abismos y un espejo.


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IX - EL PATIO





















Furtiva vengo a tu patio
en la ausencia de su dueño
que va por el Mulhacén
como un paria bandolero
por no ceder su creencia
a quien le quiere confeso.

Puedo husmear tus olores
de tigre acosado y fiero.


Por no dejar huellas agrias
en el piso de tus yermos
vengo descalza y pequeña
arropada en mis secretos
y los geranios se asustan
cuando en ellos te rastreo.

Están oliendo a tu savia
las esporas del helecho.


Si me encuentras sembrarás
con tu brío zahareño
en mi vientre un hijo moro
que me matará de duelo
cuando siga tus pisadas
de nómada y de guerrero.

¡Ay, si no fuera morisca!
¡Ay, si te quisiera menos!


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X - EL HIJO





















Te amo, habibati, como
el cristal ama al reflejo,
como las aguas al cauce,
los astros al firmamento,
la mujer ama a su hombre
y un perro ama a su dueño.

En tus brazos me acomodo
en tus murmullos me acuesto.


Tu hijo será valiente
como tú, fuerte y guerrero,
salvaje como una fiera,
tierno como un pensamiento,
señor de su propia suerte,
libre como el son y el viento.

Mi piel es luna embrujada
en tus manos de hechicero.


Tendrá tu brío y tu garbo,
tus ojos de terciopelo,
tu risa de agua en la fuente,
tu boca de miel y beso.
Te seguirá como yo,
te querrá como te quiero.

En la tierra de mi vientre
la semilla de tu cuerpo.


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XI - LA HUIDA





















Serán, habibati, siempre,
tus brazos mi derrotero;
tras tus huellas mis pisadas
te seguirán al destierro;
tu pecho será mi hogar
tu sombra será mi techo.

Adiós luna de Albaicín
que me acechabas con celos.


Con la esperanza en la alforja
nuestro hado seguiremos.
Mi mano asida a tu mano,
tu hijo en mi vientre llevo
rumbo al Maghrib al Aqşá
patria de nuestros ancestros.

Adiós mi patio de aromas
que huele a jazmín y espliego.


Adonde sopla el Siroco
habrán oasis amenos,
los dátiles serán dulces
con el sabor agareno
de tus labios cuando dices
“Habibi yo soy tu dueño”.

Te miro y lloro, Granada.
Sigo a mi amor y te dejo.


Ilustraciones: óleos sobre lienzo de Henri Matisse